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Sancti Spiritus

La central provincia de Sancti Spíritus ostenta el privilegio de ser la única del archipiélago cubano sobre cuyo territorio se asientan dos de las primeras siete villas fundadas a comienzos del siglo XVI por el Adelantado español Diego Velázquez: la del Espíritu Santo y la de la Santísima Trinidad.

Ambas nacieron en 1514 y de la primera de éstas adoptó su nombre una de las 14 provincias en que se divide política y administrativamente la República de Cuba. Se trata de una región de terreno arcilloso y fértil; cubierta en un 15% por uno de los sistemas montañosos más importantes del país, la Sierra del Escambray, y que entre otros atributos cuenta con apacibles playas caribeñas bordeando la Península de Ancón.

Asentada invariablemente en las márgenes de una arteria fluvial, la ciudad capital, Sancti Spíritus, preserva en su centro histórico edificaciones que denotan la diversidad de estilos que durante tres siglos enriquecieron notablemente su enrevesado entramado urbano. Su símbolo es el puente del Yayabo, que se alza sobre el río del mismo nombre, a cuyos alrededores está diseminada la vieja ciudad y pueden disfrutarse de bellas mansiones coloniales, entre ellas la apacible Quinta de Santa Elena. Orgullo de sus pobladores es también la Iglesia Parroquial Mayor, que testimonia la antigüedad de la villa, la cual recibió por Real Orden el título de ciudad en 1867. De paso por sus calles, el visitante sentirá un aire de placidez, que se respira también en museos y plazas.

Sin embargo, es Trinidad —con toda justeza considerada una ciudad-museo— la que posee uno de los conjuntos arquitectónicos coloniales más completos y mejor conservados del continente americano, un hecho reconocido por la UNESCO en diciembre de 1988, cuando la declaró Patrimonio de la Humanidad.

Una cruz a la sombra de un jigüe recuerda el sitio donde se presume que Fray Juan de Tesin oficiara la primera misa de la futura villa, en la Navidad de 1513. Muy cerca de allí se levantarían posteriormente la Plaza Mayor y la Iglesia Mayor de la Santísima Trinidad, que atesora entre sus piezas más valiosas el famoso Cristo de la Vera Cruz y un altar de mármol dedicado al culto de la Virgen de la Misericordia, único de su género en la Isla.

Esta es una ciudad que invita a recorrer sus calles empedradas y tranquilas y sus numerosas plazas; descubrir a cada paso historias conservadas con celo en media docena de museos, o en amplias y frescas mansiones de los siglos XVIII y XIX, en las cuales predominan las balaustradas, las barandas y rejas admirablemente trabajadas en metal y los techos de tejas criollas, y donde se respira la misma atrayente atmósfera que siglos atrás llevó hasta allí a viajeros eminentes como el sabio alemán Alejandro de Humboldt.

Del esplendor que el auge de la industria azucarera propició a esta villa en las postrimerías del siglo XVII habla el cercano y extenso Valle de San Luis, también llamado de los Ingenios, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad y que constituye una importante reserva arqueológica.

Se afirma que en su momento de mayor esplendor, la zona llegó a ser la principal productora de caña de azúcar del país al moler allí decenas de fábricas que podían divisarse desde lo alto de la Torre de Manaca-Iznaga, de 45 metros de altura y cuyos campanazos marcaban el inicio y el fin de las labores en las plantaciones de esta dulce gramínea. Hoy se conservan 75 ruinas correspondientes a ingenios, casas de verano, barracones y otras instalaciones relacionadas con la fabricación del demandado producto.

Apenas una docena de kilómetros separan al centro histórico de Trinidad de las playas de la Península de Ancón, bañadas por las aguas del Mar Caribe y consideradas entre las mejores de la costa sur de la Isla. Sus fondos marinos, de escarpado relieve y notables concentraciones de coral negro, pueden explorarse en más de una veintena de puntos de inmersión, algunos de éstos cercanos a Cayo Blanco, un islote al cual se accede después de aproximadamente 45 minutos de navegación desde el puerto de Casilda.

Muy cerca también de esta ciudad colonial el macizo montañoso del Escambray invita a los más intrépidos a vivir jornadas de intensa actividad en el Parque Nacional Topes de Collantes, localizado a 800 metros de altura sobre el nivel del mar y donde el Salto del Caburní destaca entre sus numerosos atractivos.

En la parte central de la provincia, mientras tanto, se encuentra el mayor lago artificial del país, la presa Zaza, con una capacidad de embalse superior a los mil millones de metros cúbicos del preciado líquido y que constituye un sitio muy apropiado para la pesca deportiva, especialmente de la trucha, que llega a alcanzar tamaños que la señalan entre las mejores de su especie a nivel internacional.

Al norte, el Parque Nacional Caguanes, recientemente declarado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera, posee un importante sistema cavernario en el cual abundan los sitios de interés arqueológico y las cuevas inundadas, y constituye el hábitat natural de una variedad de esponja de agua dulce que únicamente puede encontrarse allí.

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